
MADRE Y PADRE DEL LLANTO
(Tía Anica La Piriñaca)
Madre y
padre del llanto, efigie, anchurosa hembra
dime qué acequia, qué agua
subterránea llega y te inunda,
 habla y te entrega la cifra, el
guarismo, el enigma que luces.  
Dime qué nube, qué fruto amargo
salta, estalla,
 cuando bajas la cabeza, consultas y piensas,  
y no lloras, sino gritas, rompes
las cuerdas y sigues.
Qué paisaje pones al fondo cuando miras arriba,
tiras y cae el fuego, el aire que estremece.  
Matrona patriarcal, dónde
encontraste la llave
que tú velas, preservas, que nadie conoce su
oculto sitio.  
En qué rincón o esquina o lugar
hallaste el eco,
 el trueno domeñado que tú impartes y diriges,  
doblegas y sacudes, recoges y pliegas.  
Naciste hembra, y un árbol de
dos sexos  
crece detrás de ti cuando
cantas, dual sacerdotisa.
El rayo se divide y despide pedernales,  
arista de hierro, ayes, quejas
y lamentos.
La silla que te ensalza te pone una diadema,
un cetro y una orden para dictar las leyes.  
La noche se doblega y es sólo la
guitarra
el nombre femenino que ciñe la cintura.
Qué legión o tribu rodea tu periferia.
 Qué idioma comunica o dialoga por dentro.
 Alzas el tono, acierta y tiembla el allegado.
 Arrastras, acercas firmeza de otra tierra.  
 Vocales y sonidos expanden contextura,
y un eco
de nostalgia alarga su latido.
Abre el frío una brecha y quiebra la garganta.  
Busca manos de madera para sacar astillas.
 Las palmas o el silencio, el vino derramado  
ahogan la
llamada. Queda fuera la ceniza.
Arden dentro el rescoldo, el ascua que alimentas
y guardas en secreto.
Francisco Toledano